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Hipersexualidad: Cuando el deseo sexual es incontrolable

 

Perder el control sobre el deseo sexual

Piensa en la siguiente cuestión: ¿Cuál sería para ti un nivel de deseo sexual exagerado o desmesurado, tal que pudieras considerarlo como hipersexualidad? –Ya sabes que el prefijo «hiper» significa “por encima, en el extremo”–.

Es probable que para responder a esta pregunta tiendas a pensar en una situación exagerada, tan extrema que afectaría a muy pocas personas, pero no es tan sencillo. La hipersexualidad es un desorden psicológico que –según los últimos estudios– afecta a un 6% de la población. Un valor a considerar. Y aquí surge la primera pregunta: ¿Dónde está la frontera, la línea, para considerar un elevado deseo sexual un trastorno?

Vamos a descubrir algunas cuestiones para responder a esta pregunta.



¿Qué es la hipersexualidad?

Hablar del deseo sexual, la libido o del comportamiento sexual, estableciendo criterios precisos y universales para diferenciar lo que es saludable de lo que no lo es, es un tema complejo.

La hipersexualidad también es denominada conducta sexual compulsiva –aunque no sólo participa la conducta, también los pensamientos son decisivos–. Y es la palabra final de este término: compulsividad, la que nos da pistas de cuándo el deseo sexual puede ser considerado un desorden psicológico: cuando no se tiene control sobre él.

La hipersexualidad es descrita como una repentina elevación de la libido que provoca la necesidad ineludible de tener sexo, acompañada de pensamientos y fantasías sexuales, y que no dejan cabida a otras actividades o pensamientos que no estén relacionados con ese impulso y deseo.

Hipersexualidad ¿Cuándo el deseo sexual es demasiado o demasiado poco?

El deseo sexual es variable, al igual que otros deseos no es algo estático, se construye, evoluciona y cambia a lo largo de nuestra vida. El contexto, los acontecimientos, la situación, los mensajes y estímulos que recibimos del exterior y por supuesto, los factores internos como el estado emocional –estrés, por ejemplo–, van a determinar que nuestro deseo sexual sea mayor o menor. Sin olvidar factores físicos o médicos –dolor, enfermedades, intervenciones… –, que pueden también condicionar nuestro apetito sexual.

Esto influirá en la frecuencia de nuestras relaciones sexuales que será diferente en unos períodos y otros.

Si nos culpabilizamos por tener un tiempo en el que nuestro deseo sexual es más bajo, nos avergonzamos, no hablamos de ello con nuestra pareja o caemos en interpretaciones exageradas –ya no me gusta el sexo, nuestra pareja debe ir fatal–, es muy probable que nos sintamos peor y eso contribuya a bloquearnos aún más.

Las consecuencias emocionales –culpa, vergüenza, rumiación, enfado…– no van a facilitar encontrar alternativas para estimular nuestro deseo o buscar otras opciones para compartir nuestra intimidad.

Y esta variabilidad también puede ir en el sentido contrario, es decir, que en un período de tiempo nuestro apetito sexual se eleve, sea más intenso.

Este incremento del deseo sexual también estará influido por factores externos e internos, igual que sucede en la falta de deseo.

El problema surgirá cuando no seamos capaces de manejar este intenso deseo y vivirlo de forma natural. Cuando el apetito sexual sea compulsivo y afecte a nuestro bienestar, aparezca asociado a pensamientos y conductas sobre las que no tenemos control, y no nos permita desarrollar y concentrarnos en otras actividades cotidianas.

Factores que pueden disparar el deseo sexual

Para comprender la hipersexualidad conviene atender a algunos factores que pueden explicar un repentino y descontrolado aumento del deseo sexual:

1. La educación sexual

Una inadecuada educación sexual puede ser un factor determinante que afecte al deseo sexual y lo condicione hacia un extremo o hacia el otro.

Si, por ejemplo, la educación ha sido muy represora y ha fomentado una visión de la sexualidad como algo malo, sucio, negativo o dañino, puede bloquear el deseo sexual. Pero también, puede ser un detonante para que en un contexto determinado se dispare el apetito sexual y se pierda el control sobre él, como una reacción a esa represión sufrida en un período anterior.

2. Las circunstancias vitales

El contexto vital es decisivo en todo, y por supuesto lo es en relación a nuestro deseo sexual.

Por ejemplo, un estilo de vida en el que nos vemos sobrepasados por las responsabilidades –estudios, familia, sobrecarga de trabajo…–, puede generar un estado de estrés, fatiga y cansancio extremos, antes los que la disminución del deseo –anestesia del deseo– puede ser una respuesta, pero también lo contrario: la sexualidad se ve como una alternativa –reactiva– en la que volcar todas nuestras frustraciones y sinsabores. En este caso el deseo sexual puede aparecer de forma compulsiva y descontrolada.

También ciertos períodos, épocas y contextos, pueden ser más propicios para estimular el deseo sexual, y convertirse en un detonante para que aparezca de forma descontrolada.

Por ejemplo, en periodos de vacaciones –como las de verano–, en los que confluyen varias circunstancias muy favorecedoras. Hay más horas de luz, los sentidos están más receptivos, se elevan algunos de nuestros componentes bioquímicos como la oxitocina –“hormona del amor”–, la serotonina –“hormona del placer”–, la prolactina, la noradrenalina o la dopamina, que potencian el apetito sexual. Además de que, en estos períodos, tenemos la percepción de que podemos liberarnos de ataduras y límites.

3. Las experiencias vitales

La biografía de cada persona, sus experiencias vitales, van a influir de un modo decisivo en su sexualidad –la presente y la futura–.

Experiencias sexuales complicadas o difíciles –o la ausencia prolongada y no deseada de experiencias sexuales – y, sobre todo, cómo la persona ha elaborado e interpretado esas experiencias, pueden afectar al deseo y la apetencia hacia experiencias sexuales futuras. Y lo pueden hacer en un sentido –disminuir el deseo– o en el otro, generar el contexto para que aparezca un apetito sexual repentino, compulsivo e incontrolado, –uno de los criterios para la aparición de la hipersexualidad–.

4. El estado emocional

Un adecuado estado emocional está directamente relacionado con un buen grado de deseo sexual. Cuando nuestro estado emocional no es el adecuado todos los ámbitos de nuestra vida se ven afectados, y la sexualidad, un ámbito tan intensamente interrelacionado con las emociones, por supuesto, se va a ver afectado.

Aunque lo habitual es que el deseo sexual disminuya en períodos en los que sean más frecuentes emociones desfavorables –tristeza, estrés, miedo, culpa…– en determinadas circunstancias –como explicaremos más adelante– el deseo sexual, impulsivo y con poco control sobre él, puede aparecer como una respuesta a estos estados emocionales.

Causas de la hipersexualidad. ¿Por qué el aumento del deseo sexual deja de ser saludable?

Ya hemos repasado algunos factores que pueden estar en el fundamento de la hipersexualidad, son factores externos e internos: educación, contexto sociocultural, situación vital, experiencias, bioquímica, estado emocional… Indudablemente no va a ser un único factor, sino la combinación –en diferentes proporciones– de varios o todos ellos los que puedan explicar este desorden psicológico.

La cuestión sería ¿Dónde está la frontera para considerar mi apetito sexual un desorden?

Hay algunas señales que pueden darnos pistas:

¿Dedicas mucho tiempo a tus fantasías y encuentros sexuales, ocupando el espacio de otras actividades y responsabilidades? ¿Sientes que tu deseo sexual es incontrolable? ¿Te provoca intensos sentimientos de culpa o ansiedad? ¿Has llegado a mentir o a engañar a tu entorno para poder dedicar tiempo a tus impulsos y actividades sexuales? ¿Crees que tu deseo sexual está interfiriendo en otras áreas de tu vida: económica, personal, social, laboral…?

Hemos insistido en que la hipersexualidad se manifiesta por un impulso sexual intenso e incontrolado, que se expresa de forma compulsiva, obsesiva y adictiva –de ahí que se denomine adicción al sexo o conducta sexual compulsiva– y que trata de satisfacerse manteniendo relaciones sexuales frecuentes y abandonándose a fantasías sexuales recurrentes.

La hipersexualidad se produce, tanto en mujeres –denominándose ninfomanía– como en hombres –denominándose satiriasis–.

No se ha podido establecer un origen claro de la hipersexualidad, sin embargo, se ha observado que puede aparecer en trastornos de salud donde hay alteraciones químicas del cerebro como los trastornos bipolares, trastornos de adicción a sustancias –alcohol, drogas– o por el consumo de algunos medicamentos.

También se ha observado que determinados momentos vitales en las relaciones de pareja pueden propiciar la hipersexualidad: al comienzo de una relación amorosa muy intensa o cuando la pareja está a punto de romper o inmediatamente tras la ruptura.

En estas situaciones –tan intensas emocionalmente– se pueden producir aumentos del deseo sexual acompañados de conductas con un elevado grado de impulsividad y descontrol: conductas inadecuadas, practicar sexo en lugares arriesgados o no usar métodos anticonceptivos o practicar sexo con seguridad.

La Organización Mundial de la Salud en el 2018 incluyó en la Clasificación Internacional de Enfermedades, el trastorno del comportamiento sexual compulsivo, dentro de los trastornos de control de impulsos.

En la última edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSMV) se propuso la denominación clínica del trastorno de la hipersexualidad, pero finalmente no se incluyó porque no había un consenso científico que lo categorizara como un trastorno mental.

En la actualidad –aunque no esté recogido dentro del DSMV– los profesionales de la Psicología coincidimos en que la hipersexualidad, cuando interfiere en la vida de la persona, conviene ser tratada como un trastorno sexual no especificado.

Síntomas de la hipersexualidad o trastorno por comportamiento sexual compulsivo

(Fuente: Organización Mundial de la Salud).

La hipersexualidad –“trastorno por comportamiento sexual compulsivo” según la OMS– se caracteriza por un patrón persistente de incapacidad para controlar los impulsos sexuales intensos y repetitivos que llevan a un comportamiento sexual repetitivo.

Los síntomas pueden incluir:

  • Actividades sexuales repetitivas que se convierten en un punto central de la vida de la persona hasta el punto de descuidar la salud y el cuidado personal u otros intereses, actividades y responsabilidades.
  • Numerosos intentos fallidos por reducir significativamente el comportamiento sexual repetitivo.
  • Un comportamiento sexual repetitivo continuo a pesar de las consecuencias adversas y de producir poca o ninguna satisfacción.
  • Persistencia de este patrón de incapacidad para controlar los impulsos sexuales intensos y los comportamientos sexuales repetitivos –se estiman tiempos de 6 meses o más–.
  • Malestar y deterioro significativo a nivel personal, familiar, social, educativo, ocupacional o en otras áreas importantes de funcionamiento.
  • Fuertes contradicciones entre los planteamientos morales y éticos de la persona y estos impulsos y conductas sexuales.

¿Hay un perfil o tendencia de personalidad en la hipersexualidad?

Ya hemos explicado que la hipersexualidad es un desorden multifactorial, pero sí es posible relacionarla con algunos indicadores emocionales, cognitivos (pensamientos) y conductuales.

Como psicóloga especialista en sexología y terapia de pareja, he podido constatar una situación: las personas con hipersexualidad, es decir, con un problema de impulsividad sexual que afecta a sus vida de forma clara y notable, no suelen consultar por esta cuestión, sino que acuden a consulta por problemas emocionales, de ansiedad, depresión, problemas de adicción a sustancias, problemas de pareja, familiares, estrés laboral, o también para tratar disfunciones sexuales o parafilias.

A continuación detallo algunos indicadores que con frecuencia están presentes en la hipersexualidad –de diferentes formas según la persona, en número e intensidad–.

Al detallarte estos indicadores, recuerda que tienen un carácter orientativo, para facilitar la reflexión y la autobservación y fomentar la identificación, que siempre es importante en la prevención y actuación temprana. Pero no pueden considerarse o interpretarse como diagnóstico psicológico o médico.

En el ámbito de la Salud son fundamentales los especialistas y profesionales acreditados que siempre valorarán las características individuales de cada persona.

Así que con esta perspectiva, veamos algunos de estos indicadores:

  • Pensamientos intrusivos relacionados con el sexo de forma muy recurrente.
  • Altos niveles de ansiedad, angustia y estrés.
  • Dificultad para hacer frente a emociones desfavorables como la preocupación, la tristeza, el aburrimiento, la irritabilidad, la culpa o la vergüenza.
  • Tendencia a realizar determinadas conductas sexuales aunque se sea consciente de sus negativas consecuencias.
  • Cambios bruscos de humor (tristeza-euforia).
  • Problemas para controlar los impulsos, sobre todo los sexuales, o reprimir o evitar la conducta sexual que la propia persona considera inapropiada.
  • Problemas para mantener la concentración.
  • Sentimientos de vergüenza y culpa posteriores a las conductas sexuales, que suelen reportar placeres que no suelen ser muy duraderos, de ahí que se tienda a repetir compulsivamente la conducta.
  • Presencia de otros trastornos sexuales como disfunción eréctil, eyaculación precoz o anorgasmia.
  • Tendencia a mentir y engañar al entorno cercano, llegando a tener, incluso, una “doble vida”.
  • Dedicar gran parte del tiempo a planificar y realizar los encuentros sexuales. Circunstancia que lleva al aislamiento social.
  • Problemas económicos, incluso legales, consecuencia de la impulsiva actividad y los repetidos encuentros sexuales.
  • Baja tolerancia a la frustración y a la incertidumbre.
  • Inseguridad y baja autoestima.
  • Incapacidad para la resolución de los problemas vitales, encontrando en la sexualidad una alternativa o vía de escape para no afrontar las dificultades de la vida.

Consecuencias de la hipersexualidad

En Psicología, afirmamos que un desorden emocional es aquel que por sus características, duración e intensidad afecta a nuestra vida de un modo decisivo. El deseo sexual no escapa a esta afirmación. Ya estemos hablando de un bajo deseo sexual, o como es en este artículo, un elevado deseo sexual compulsivo y que escapa a nuestro control, tiene consecuencias en nuestra vida.

Las personas con hipersexualidad pueden presentar alteraciones por el tiempo que gastan en satisfacer sus fantasías y consumar sus conductas sexuales en diversas áreas vitales tales:

  • Consecuencias emocionales: irritabilidad, ansiedad, sentimientos de culpa, miedo, incertidumbre, vergüenza.
  • Problemas de atención y concentración, al tener la mente en planificar y participar en los actos sexuales, pudiendo tener descuidos importantes.
  • Consecuencias físicas: náuseas, insomnio, inquietud, nerviosismo… o lesiones físicas como consecuencia de prácticas sexuales continuadas, más violentas y más arriesgadas.
  • Enfermedades de transmisión sexual.
  • Consumo excesivo de alcohol y sustancias, para mantener el ritmo o disponerse mentalmente para las prácticas sexuales.
  • Hábitos de vida muy deficitarios: alimentación, sueño…
  • Automedicación.
  • Problemas económicos y financieros, derivados de las actividades relacionadas con las prácticas sexuales: establecimientos, videollamadas, teléfono…
  • Problemas relacionales, alteraciones en la dinámica de pareja y familiar.
  • Disfunciones sexuales: disfunción eréctil, eyaculación precoz, anorgasmia.
  • Consecuencias laborales: absentismo laboral, conflictos con los compañeros, falta de concentración y atención al trabajo, dedicarse durante las horas de trabajo a actividades relacionadas con la hipersexualidad.
  • Aislamiento social. Las relaciones sociales terminan circunscribiéndose a las prácticas sexuales.
  • Problemas legales, por ejemplo, por consumar un acto sexual en público o que contraviene la legislación.

¿Cómo tratar la hipersexualidad? 9 recomendaciones

Quiero que reflexiones sobre si tu deseo sexual, tus pensamientos y tus conductas pueden estar afectando a tu bienestar y al de tu entorno cercano, y estar apuntando en la dirección de lo que hemos explicado que es la hipersexualidad. Estas son 8 recomendaciones que espero que sean útiles:

  1. Reflexiona e identifica tu deseo sexual. Si lo sientes como incontrolable y está afectando a tu vida, no dejes pasar el tiempo, actúa, busca el asesoramiento de un especialista, de un psicólogo o psicóloga experta en sexología, que pueda valorar y ofrecerte un estrategia profesional para abordar el problema.
  2. Analiza la educación sexual que has recibido y tus experiencias sexuales, anímate a adquirir un mayor conocimiento sobre lo que es una sexualidad saludable y satisfactoria.
  3. Realiza un chequeo médico para conocer tu estado de salud física. Revisa hormonas como la testosterona ya que están relacionadas con el deseo sexual.
  4. Identifica las emociones que estás sintiendo: ansiedad, estrés, miedo, soledad, frustración, ira, y si las estás gestionando adecuadamente.
  5. Reflexiona sobre los motivos que influyen en tu deseo sexual. Ya hemos explicado que el contexto familiar, laboral o personal puede estar en la base de la hipersexualidad.
  6. Aprende estrategias de regulación emocional. Un deseo sexual saludable no significa renunciar a las fantasías y los encuentros sexuales, es disfrutar de una sexualidad en la que sientas bienestar emocional, y no descontrol y malestar.
  7. Dedica tiempo a todas las facetas de la vida, la sexualidad –y por tanto el deseo sexual– es uno de los espacios que se alimenta de los otros ámbitos de nuestra vida, para ser más estimulante, creativa y agradable. Cuando nuestra vida está más llena de emociones favorables, comunicación, vida social, ocio… es cuando mejor se desarrolla nuestra sexualidad.
  8. Dedica a tu sexualidad un tiempo de calidad para mejorarla. Para mejorarla y desarrollarla, para conocer mejor tu cuerpo, tu placer, el tuyo propio y también el de tu pareja sexual.
  9.  Consulta con un o una especialista en Sexualidad, sexólogo o sexóloga. Si las dificultades y sus consecuencias se mantienen en el tiempo y están afectando a tu vida y tus relaciones, consulta con un o una profesional de la Psicología especializada en Sexualidad.

Conclusiones

Cuando hablamos de la Salud los prefijos “hipo” e “hiper” no son nada halagüeños. La sexualidad es uno de los espacios importantes de la persona. Pero, cuando nos referimos a la hiper-sexualidad, estamos indicando que nos hemos ido a un extremo, hemos sobrepasado el límite de lo saludable.

Recuerda que puedes afrontar dificultades como esta, la hipersexualidad, con el conocimiento, la experiencia y la evidencia científica que te aporta la Psicología. Tener una buena sexualidad es un logro, creo que merece la pena tener el soporte de una psicóloga o un psicólogo especialista en Sexología que te ayudará a alcanzarla.


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